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MEMORIA HISTÓRICA ESCRITA POR EL PRESBÍTERO RODOLFO VERGARA ANTUNEZ
I PREMIADA POR LA UNIVERSIDAD NACIONAL.

TOMO PRIMERO,

SANTIAGO DE CHILE.

IM PRENTA NACIONAL, MONEDA, 112.

1886.

INTRODUCCION.

Ocho años han trascurrido desde que el Ilustrísimo señor Valdivieso bajó al sepulcro entre las lágrimas i consternacion del clero i fieles de la Arquidiócesis de Santiago. Pero, a medida que los años pasan sobre su tumba, mas hondo se siente el vacío que ha dejado su desaparecimiento en el seno de esta Iglesia, que padece aún los rigores de la viudez.

Si la memoria de los hombres vulgares es sepultada, junto con sus restos mortales, bajo la losa tumularia, la de los hombres extraordinarios, ha dicho Cormenin, se agranda a medida que se aleja, como las montañas cuya sombra nos parece mas grande a medida que se aparta de nuestra vista i cuanto mas aislada aparece en los confines del horizonte. Grabar sobre su lápida funeraria un nombre i una fecha, recurso ideado para suplir a la inconstancia olvidadiza del corazon humano, es precaucion inútil para los que tienen asegurada con sus hechos la inmortalidad de la historia, que esculpe su nombre en pájinas mas durables que el bronce.

El Ilustrísimo señor don Rafael Valentin Valdivieso, cuya vida va a ser el dignísimo objeto de estas pájinas, es

uno de esos hombres cuyo recuerdo sobrevive largamente a su vida terrenal, porque lo dejan grabado en obras imperecederas. Cuando, apagados los últimos ecos que la maledicencia i la emulacion levantan aún en torno de su sepulcro, pueda medirse desapasionadamente toda la extension i magnitud de su obra, habrá de confesarse con patriótico orgullo que su figura iguala en grandeza a la de los mas insignes Prelados de la Iglesia universal i que, a la vez que el mas bello ornamento de la Iglesia americana, es la gloria mas pura de la patria.

Sin embargo, el Ilustrísimo señor Valdivieso no ha necesitado aguardar el veredicto de la historia ni esperar que calle la maledicencia para ser estimado en la medida de sus grandes merecimientos. Nadie ha sido entre nosotros objeto de mas espontáneas i espléndidas manifestaciones de amor, respeto i admiracion durante su vida; así como nadie las ha recibido mayores despues de su muerte. Su injénita modestia fué a menudo violentada por las distinciones que se le prodigaron dentro i fuera de los términos de la patria; pues en alas de la fama, pregonera de las grandes virtudes, voló su nombre, desde este apartado confin del continente americano, hasta el viejo mundo donde tienen asiento las mas conspicuas celebridades del órden relijioso i político. Los hombres vulgares, aunque ocupen altos puestos en la jerarquía social, no consiguen levantar en torno de su persona esas oleadas de febril entusiasmo que el señor Valdivieso vió tantas veces levantarse en torno de la suya. Es porque el instinto popular sabe distinguir a los hombres superiores; i el pueblo católico de Chile estaba persuadido de que su Pastor era uno de esos hombres.

I en efecto, hombres de la talla del señor Valdivieso

solo aparecen de siglo en siglo, como esos astros errantes que viajan por el firmamento seguidos de cauda luminosa; porque rara vez se reunen en un hombre ese conjunto de excelentes cualidades, de las cuales una sola basta para recomendarlo a la estimacion de la posteridad.

El señor Valdivieso fué causa de asombro i maravilla

por la lucidez de su talento, sin rival entre nosotros, cuyo vigor lozano no consiguieron debilitar los achaques de la vejez. Propios i extraños lo admiraron; i si entre sus numerosos émulos hubo quienes deprimieron las cualidades de su levantado carácter, ninguno se atrevió a negar la excelencia de su talento. Pensador de robusta fibra, no hubo cuestion que no tratase majistralmente i no quedase agotada bajo los puntos de su docta pluma de escritor. Invencible en la polémica, vigoroso en el ataque, ájil i diestrísimo en la defensa, no hubo adversario que resistiese el poder de su argumentacion. Conocedor profundo de la lejislacion civil i canónica, de la historia eclesiástica i profana i de casi todos los ramos del saber humano, se situaba en todos los terrenos, manejaba con igual acierto todas las armas de combate e ilustraba sus escritos con todo jénero de argumentos. Con el poder de su prodijiosa memoria había llegado a ser un arsenal de conocimientos i un libro abierto para la resolucion de todas las dudas que se ofrecían en el manejo de los negocios eclesiásticos. Sus pastorales, ordenanzas, discursos, artículos de diario, notas oficiales, representaciones al Gobierno i a los cuerpos lejislativos, comunicaciones con Roma i hasta su correspondencia epistolar sobre asuntos de administracion, forman un tratado completo de disciplina eclesiástica, de derecho canónico i administrativo i, en suma, de cuanto puede interesar al gobierno de la Iglesia. Es este un mi

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